Un comité de sabios reunidos en
un elegante salón de color burdeos, una larga mesa de roble macizo, unos majestuosos muebles Luis XVI. Señores con traje estilo británico del
que cuelgan preciosos relojes de bolsillo, bombín y monóculo, ocupan la
estancia. El aire impregnado del olor del tabaco que emanan sus pipas y copas
sobre la mesa. Unas caras botellas de vino de Oporto, algunas abiertas, otras
esperando a ser desvirgadas, completan el escenario. Una acalorada discusión
comienza de pronto entre varios de los asistentes
—Mete un panda y algún otro oso,
que parezca pardo, o algo así.
—Y un gorila. Ponlo como que
parezca que va andando —replica el hombre de su izquierda.
—Un jabalí, un conejo, un ratón.
Creo que son necesarios. Y una mariposa. Ah, y pollos. ¡Pon muchos pollos! Un
pollito amarillo, una gallina, no sé, un pingüino. Y un bicho estilo pollo pero
gris, yo creo que cuela.
Una voz discordante se alza al
otro extremo de la sala.
—Caballeros, todo esto está muy
bien, pero falta un dinosaurio. Hay muchos animales, incluso algunos tan
insignificantes como arañas o ciempiés, pero no hay ni un sucio dinosaurio.
Exijo un dinosaurio. No, ¡exijo varios dinosaurios! Quiero, al menos, un
Tyrannosaurus rex, un Brontosaurio y un Pterodáctilo.
—Eso es imposible señor Smith.
Los dinosaurios se extinguieron hace millones de años. No representan la
sociedad de hoy en día —contesta una voz autoritaria.
—¿Acaso los unicornios la
representan? –espeta Smith.
—Es diferente. No habrá
dinosaurios.
El resto de académicos le da la
razón a Osazaki, los dinosaurios no deben entrar. Smith abandona la reunión
abatido. El debate cambia de tercio y se centra repentinamente en los medios de
transporte.
—Bien, ¿lo tenemos todo señores?
Coche, taxi, trolebús, camión, teleférico, monorail, autobús, avión,
helicóptero, metro, avión, tranvía, velero, yate, mercante, tren, tractor, nave
espacial…
—Falta un monoplaza de Fórmula 1 —apunta
una voz con un marcado acento lombardo.
—Cierto, ¡no sé cómo pudimos
haberlo olvidado!
—Y también creo que sería
recomendable incluir una locomotora de vapor y un tren bala.
—¡Qué grandísima idea! Contraste
de pasado y futuro, sin duda alguna triunfarán. Está usted ascendido señor
Mignoletti —le felicita Kim Lee Soh.— Id pensando más, si a alguien se le
ocurre cualquier cosa que la suelte. No tenemos mucho tiempo.
—Deberíamos ver qué clase de
edificios vamos a incluir. Cosas como un banco, una petroquímica, algo que haga
referencia al servicio postal, un hospital… ¡un 24 horas! Un 24 horas hará que
nos ganemos a los jóvenes que tanto los usan cuando vuelven de fiesta de
madrugada.
La propuesta sale adelante no sin
debatir antes si los jóvenes usan más los 24 horas, las máquinas de vendings, o
las panaderías que abren de madrugada preparándose para una dura jornada de
trabajo.
—Iglesia, mezquita y sinagoga,
para no herir sensibilidades. Y la Kaaba de La Meca, no se vaya a enfadar esa
gente —interviene Ben-Zvi,
a quién cuelgan unos tirabuzones a ambos lados de la cabeza.
—¿Y no vamos a incluir pagodas, o
algún tipo de edificio religioso hindú, budista o chino? —pregunta con voz
tímida un hombre de piel canela.
—No. Unos no protestarán, y los
otros no podrán usarlos —sentencia Kim Lee Soh.
—¡Tengo una idea! ¿Y si aparte de
la iglesia normal ponemos una con un corazón para hacer una alusión sutil a los
curas y…? Ya sabéis —propone otra persona.
—Jajajaja. Que cabrón. Tienes mi
voto, desde luego —. Las risas son generalizadas.
La idea es aceptada con todos los
votos a favor excepto el del académico irlandés. La iglesia con corazón queda
incluida. La reunión parece ir por buen camino en líneas generales. El trabajo
está siendo complicado en algunos aspectos pero la lista se va llenando. Las
voces se siguen alzando con todo tipo de propuestas.
—¡Oreja gigante!
—Sí.
—¡Bob esponja!
—No.
—¡Gamba rebozada!
—Sí.
—¿Una silla normal y corriente?
—No, eso no. Muy poco mainstream —comenta
un elegante caballero que parece mandar mucho. El brainstorming continúa.
—Cosas que nunca vaya a utilizar
nadie. Como una chincheta, un cuenco de arroz, o un diario en varios colores.
¡Incluso los signos del zodiaco!
Osazaki asiente dando su
bendición a la idea y procede:
—Me parece bien, los incluimos.
¿Y algo extinguido como un disquete o un CD virgen?
—El señor Smith se enfadaría, no
le dejamos incluir el dinosaurio por esa misma razón —apunta el señor Escudero, discordante.
—Me es indiferente. Smith ya no
está con nosotros. Apúntelo escribano —indica Osazaki autoritario.
—Deberíamos dar la opción de
elegir banderas. Las de todos los países del mundo.
—Y las de Texas, Quebec y
Gibraltar. Y las de las excolonias de ultramar. ¡Y la de Canarias! Mi primo
estuvo allí y dice que hace bueno todo el año. —La audiencia estalla de júbilo
tras esta frase y aplaude entusiasmada.
—Está bien, las incluimos
también. Y aunque no haya ningún mapa de país voy a meter el de Japón, porque
aquí mando yo y esto es un invento japonés.
—Nada que objetar, señor Osazaki —. El noventa por ciento de la audiencia asiente disciplinada.
—Y aún faltan las personas.
Quiero un Bobby, un astronauta y una sevillana. Y los quiero ahora.
Un hombre se levanta de su
asiento con un ordenador y un generador de hologramas.
—Tengo esta propuesta, a ver que
os parece. Llevo meses trabajando en ella —comenta mientras expone su creación
a toda la sala.
—Excelente. Pero ponme a esa
señora más negra. Más. Más. Ahora amarilla. Pónmela en toda la escala
cromática. Que se pueda elegir su raza. Y caritas, quiero más caritas. Esas
están bien, pero quiero una serie interminable de caritas con las que poder
decir lo que la gente quiera decir y también lo que no quiera decir —bendice
Kim Lee Soh.
—¿Así será suficiente? —pregunta
el hombre de los hologramas.
—Lo es, al menos por el momento.
Buen trabajo muchachos.
Y así es como me imagino yo que los señores del Whatsapp
eligen sus emojis.
Me he pasado por aquí de nuevo y qué cosas! no ha incluido usted armas y como una pistola parecía "real" y luego la "armaron" haciéndola de plástico.
ResponderEliminarEs una excusa para instarle (sin autoridad) a que siga escribiendo. Hace tiempo que no lo hace, caballero.