Comprobó que aunque realmente no era nada, lo era todo. Sin ella los días parecían vacíos, momentos si esencia, sin sentido. Como aquel verano al que le han robado el sol, aquel mar que se ha quedado sin agua, aquel monte que ha perdido toda su vegetación. Una playa sin arena, una estación sin trenes, una ciudad sin habitantes. El tiempo, objeto de deseo para muchos, se había convertido en un mero trámite, algo que había de pasar con el menor sufrimiento hasta volver a verla. Como un reo condenado a muerte que simplemente espera que llegue su hora. Los minutos pasaban muy despacio. Tanto que las agujas de su elegante reloj de muñeca parecían girar en sentido contrario. Ya nada era como antes. Las estrellas no brillaban igual, los pájaros habían dejado de piar y el color de las flores había palidecido escandalosamente. Aquella fría noche de Noviembre, las calles estaban desiertas. El viento soplaba con una fuerza inusitada, haciendo bailar los árboles al son de sus soplidos. Como si de